🚨 “No saliste bien. Solo aprendiste a tener miedo.”

 🚨 “No saliste bien. Solo aprendiste a tener miedo.”



😡 Mi indignación: basta ya de justificar lo injustificable

En las décadas pasadas (años 60, 70, 80 y 90), golpear con cinturón, zapatilla o vara era algo «normal» en muchas familias españolas. Incluso se justificaba desde la religión o frases hechas como  “el que bien te quiere, te corrige con vara” . Pero hoy, la neurociencia y la psicología moderna dicen claro:  no educó, marcó .

Yo lo he visto. Acompañó a personas ya adultas que aún viven con ansiedad, miedo a equivocarse, baja autoestima o dificultad para confiar. Y muchas veces no se atreven a hablarlo. Precisamente por eso escribo esto: para llamar bocas que aún justifican lo que fue violencia normalizada.

He sido testigo. Lo he vivido. Lo he oído una y otra vez en formaciones, en sesiones, en la voz quebrada de personas que aún tiemblan al recordar su infancia.

“Una bofetada a tiempo no hace daño”.
“Gracias a los golpes soy quien soy”.
“Mis padres me pegaban y mira qué educado salí”.

💥 Pero lo cierto es que eso no es educación. Es miedo disfrazado de obediencia. Es violencia que se camufló como amor.
Y duelo. Duele escuchar que se siga defendiendo.
Porque no, no saliste bien : saliste hipervigilante, con ansiedad, desconectado/a de tus emociones, creyendo que el amor se gana a base de miedo.
Hoy me niego a callar. Porque lo viví. Porque lo escucho. Porque lo veo cada día en los síntomas de personas adultas que no saben de dónde viene su sufrimiento.

📚 Lo que dice la ciencia (y no es discutible)

  • Un metaanálisis liderado por Elizabeth Gershoff (2016) con más de 160.000 casos demostró que el castigo físico aumenta la agresividad, ansiedad, depresión y problemas cognitivos , sin aportar beneficios conductuales.

  • Investigaciones de la Asociación Americana de Psicología han demostrado que incluso los azotes “leves” dañan el desarrollo neurológico y emocional.

  • Según el estudio ACE (Adverse Childhood Experiences) , cada experiencia traumática en la infancia (como el castigo físico) incrementa el riesgo de:

    • 🔻 Depresión

    • 🔻 Trastornos de ansiedad

    • 🔻 Suicidio

    • 🔻 Abuso de sustancias

    • 🔻 Enfermedades físicas como cáncer o infartos

  • En España, Gámez-Guadix et al. (2010) demostraron que quienes sufrieron castigos físicos tienen más tendencia a la violencia, la disociación emocional y los trastornos de personalidad en la edad adulta.

  • La OMS y UNICEF condenan cualquier forma de castigo físico, incluso con argumentos religiosos o culturales. No es disciplina. Es maltrato.

💔 Las secuelas que no se ven... pero se sienten

👉 Adultos con la herida del castigo no reconocen fácilmente el daño. Pero lo sufro:

  • Ansiedad constante sin motivo aparente

  • Dificultad para poner límites sin sentir culpa

  • Relaciones afectivas basadas en la sumisión o el miedo

  • Baja autoestima, autosabotaje y perfeccionismo destructivo

  • Vergüenza crónica: “siempre lo hago mal”

  • Fobias, crisis de pánico, trastornos alimentarios.

Todo esto no es casualidad. Es el legado emocional de una infancia marcada por el miedo.
El sistema nervioso queda en alerta. La amígdala cerebral se hiperactiva. Y la persona adulta, sin saberlo, vive como si el peligro nunca se hubiera ido.

🛠 ¿Cómo se rompe el ciclo?

  1. Reconociendo el daño. Nombrar no es traicionar. Es validar lo vivido.

  2. Educandote emocionalmente. Con materiales, libros, acompañamiento terapéutico o grupos seguros.

  3. Practicando nuevas formas de autocuidado y reparenting. Aprender a ser tu propio adulto seguro.

  4. Construyendo redes. Rodearte de personas que te crean, te respetan y no justifican el dolor.

  5. Alzando la voz. Cuando estés preparado/a, ayuda a cambiar la narrativa cultural.

  6. Regulando el cuerpo. No es solo mental: tu sistema nervioso necesita también sanar (aquí EFT, TRE, respiración somática, mindfulness, arte, escritura emocional…).


🧠 Cuando el daño cala más hondo: el impacto en personas altamente sensibles y neurodivergentes

No todas las infancias duelen iguales. Y eso hay que decirlo alto y claro.

Las personas altamente sensibles (PAS), así como quienes tienen perfiles como el TDAH, el autismo (TEA), altas capacidades o cualquier forma de neurodivergencia, viven y procesan el mundo de manera diferente desde el nacimiento. Su sistema nervioso es más receptivo a los estímulos, más permeable al entorno emocional y más vulnerable al sufrimiento invisible.

🔍 ¿Qué pasa cuando un niño/a con estas características crece en un entorno de gritos, castigos físicos o desprecio emocional?

Se crean daños mucho más profundos. Porque su sistema no solo registra la violencia: la amplifica, la memoriza y la somatiza con una intensidad mayor que el promedio.

Ejemplos visuales para entenderlo:

  • Un niño PAS puede desarrollar hipervigilancia crónica : se vuelve experto en leer gestos, tonos de voz y cambios sutiles, no por intuición mágica, sino por puro instinto de supervivencia emocional .

  • Una niña con TDAH, que ya tiene dificultad para sostener la atención, se ve aún más desbordada en un entorno caótico. Lo que para un adulto “fue solo un grito”, para ella es una alarma que no se apaga durante horas.

  • Un chico con TEA puede quedarse paralizado durante días tras un episodio de humillación pública, desarrollando mutismo selectivo o regresiones del lenguaje.

  • Un adolescente con altas capacidades puede encerrarse en sí mismo al no poder entender cómo alguien puede ser cruel "sin motivo". Termina sintiéndose inadecuado, roto o como si no encajara en ningún sitio ... 

  • Desarrollar síntomas depresivos, autoexigencia patológica o ataques de ansiedad.

🧸 El ejemplo de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory , aunque caricaturesco, retrata bien lo que ocurre cuando un niño neurodivergente crece con una madre hipercontroladora y un entorno donde no se valida su forma de ser. También su amigo Leonard , que fue criado por una madre fría y narcisista, muestra las secuelas de un entorno sin afecto: miedo al abandono, dependencia emocional y baja autoestima.

⚠️ Cuando el castigo se convierte en norma y la validación en rareza, estos/as niños/as crecen con una idea básica:
“No soy como debería ser”.
Y eso es una herida que no se ve, pero lo condiciona todo: relaciones, trabajo, salud física y mental.

🔥 LIBROS PARA PROFUNDIZAR para quien aún lo duda.

🔸 “El cerebro del niño explicado a los padres” – Álvaro Bilbao
Un libro claro, amable y riguroso que muestra cómo se desarrolla el cerebro infantil y por qué el castigo daña en lugar de educar. Explica cómo educar con firmeza y cariño sin recurrir a la violencia.

🔸 “Disciplina sin lágrimas” – Daniel J. Siegel & Tina Payne Bryson
Una obra pionera en neurociencia aplicada a la crianza. Enseña a guiar sin gritos, amenazas ni castigos, y cómo transformar los conflictos en oportunidades de conexión y desarrollo emocional.

🔸 “Dónde están las llaves” – María Soto (Educación Respetuosa)
Desde el enfoque de la Disciplina Positiva, esta autora española desarma mitos sobre la autoridad mal entendida. Una guía práctica para comprender la raíz del comportamiento infantil y acompañar con respeto.

🔸 “Cómo educar con firmeza y cariño” – Jane Nelsen & Lynn Lott
Un clásico actualizado que propone límites sin miedo, sin chantaje y sin culpa. Parte del movimiento internacional de Disciplina Positiva, con ejemplos cotidianos para poner en práctica desde hoy.

🔸 “Educar sin perder los nervios” – Tania García (Edurespeta)
Una voz española contemporánea que denuncia con firmeza el adultocentrismo y las violencias invisibles en la crianza. Ofrece herramientas para gestionar la frustración sin descargarla en los hijos.

🔸 “Infancia, el precio del silencio” – Miguel Ángel Rizaldos
Psicólogo clínico español con amplia trayectoria. En este libro habla de cómo lo que callamos en la infancia enferma en la vida adulta. Muestra casos reales y propone rutas de reparación emocional.

Todos estos libros están disponibles en librerías españolas y en Amazon en formato papel o Kindle.
Te ayudará no solo a entender lo que viviste o presenciaste, sino también a tener argumentos sólidos cuando te digan que “antes todo era mejor”.


💔 UNA HISTORIA REAL QUE REPRESENTA A MUCHAS…

Hay una mujer que creció en un hogar donde los gritos y los golpes se justificaban como “educación”. A ella le tocó menos que a su hermana… pero fue suficiente para dejarle huella.

Hoy, sus padres lo niegan o lo minimizan. A veces incluso afirman que “deberían haberlo hecho más”, como si la violencia hubiera sido una forma válida de enseñar respeto o buenos modales.  Cuando su padre pegó a su nieto, solo ella alzó la voz. Nadie más lo hizo.  Ahora, cada vez que se reúne con su familia, necesita tomar ansiolíticos para poder mantenerse en pie. Porque, aunque los años han pasado y las formas han cambiado, el cuerpo recuerda.

Vive con ataques de pánico, baja autoestima, intolerancias alimentarias, problemas digestivos, alergias inexplicables… y un miedo invisible: que, si habla, su familia la recace. Que, si se aleja, vuelva a sentirse sola.

👉Esta historia es real. Y es la historia de muchas personas sensibles, silenciadas, heridas en la infancia y aún rotas por aunque dentro sonarían por fuera.

🔻 Si estás leyendo esto y algo dentro de ti se remueve...  Y notas que se te cierra la garganta, que aparece un nudo o un ardor en el pecho o el estómago...  Tu cuerpo no está exagerando. Solo está grabando algo que una vez tuvo que tragarse en silencio.

Aquí tienes 3 ejercicios sencillos para liberar ese bloqueo con suavidad y respeto hacia ti:

🫀 1. Toca tu garganta con suavidad

Pon una mano en el cuello y susurra para ti:

“Ya no tengo que llamar para que me quieran”.

“Ahora sí puedo hablar.”

“Lo que sentí… fue real”.

Ese gesto lo cambia todo.


🎵 2. Haz el sonido “mmmm…”

Respira hondo por la nariz y exhala diciendo “mmmm…” como si saborearas algo rico.

Este sonido calma tu sistema nervioso y libera tensión emocional sin usar palabras.


😮‍💨 3. Bosteza, aunque no tengas sueño

Sí, aunque parezca tonto. Bostezar varias veces de forma consciente relaja la garganta y el pecho.

Es una manera sutil y poderosa de decirle a tu cuerpo: “Puedes soltar”.

🫖 Y si puedes, toma una infusión tibia (manzanilla, melisa o agua con sal) y visualiza que limpia tu garganta y tu verdad.

Dite este mantra ahora, en voz baja o mentalmente: “Estoy a salvo. Ahora sí.”



📖 ¿Te ha removido este tema?

En mi libro electrónico “Las heridas que mi madre no supo ver” explico con más profundidad cómo impactan las heridas de la infancia en tu salud emocional, tus vínculos y tu vida adulta. Es una guía escrita desde la experiencia, con rigor psicológico y un lenguaje cercano para ayudarte a entender por qué te cuesta tanto lo que te cuesta.

🔗 Puedes conseguirlo aquí en Amazon:

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Para quienes crecisteis en casas donde el miedo mandaba y el amor se medía con amenazas, quiero decirte algo importante:

No estás exagerando.

 No es que seáis débiles.

 Tampoco estás roto/a.

Simplemente, sobreviviste como pudiste a una infancia que nunca debió doler así.

Y si hoy tu vida adulta se siente como un laberinto de ansiedad, relaciones difíciles, insomnio, fobias, vacío o autoexigencia agotadora... no es casualidad .

Es consecuencia.

Y también es reparable. No con frases hechas ni recetas mágicas, sino con conciencia, acompañamiento y la ternura que nadie supo darte.

Aquí estamos, caminando juntos.

Eli Rico


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